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Oramos muchas veces, pero no con sinceridad verdadera. […] No es que no queramos ofrecerle a Dios nuestra máxima sinceridad; es que no podemos hacerlo en este mundo físico porque hay tantas tentaciones, tantos prejuicios, tanta ideas preconcebidas, y muchas enseñanzas incorrectas. Por tanto, Dios en Su altísimo nivel todopoderoso no puede contactar directamente con nosotros. Porque entre nuestro pensamiento, nuestro modo de vivir, nuestra percepción y Dios, hay una gran distancia. A fin de acortar esta distancia, Jesús, por ejemplo, tuvo que venir. […]